Categoría: Personajes

Las obras de arte animadas de Aleksandr Petrov

Al contemplar cualquiera de los miles de fotogramas que conforman las películas de Aleksandr Petrov, uno podría pensar que se encuentra delante de un cuadro de impresionistas como Sorolla o Monet.

Los vivos colores, trazos y luminosidad de sus óleos, junto al exquisito realismo que transmiten gracias a una técnica única, hace que merezcan el calificativo de obra maestra. Pero si de uno en uno los óleos de Petrov son magníficos, es al cobrar vida cuando desprenden toda su magia.

A pesar de haber sido reconocido con un óscar y otros premios internacionales, Petrov sigue siendo un desconocido para el gran público, como por desgracia siempre ha sido la animación rusa y soviética.

Nacido en 1957 en un pueblo de la región de Yaroslavl, Aleksandr Petrov encontró desde pequeño su vocación. Tras ganar un primer premio de dibujo con sólo diez años, empezó a asistir a la escuela de arte local. Años más tarde se graduó en la Universidad Estatal de Cinematografía Gerasímov y empezó su carrera como realizador de películas de animación en estudios de Ekaterimburgo y Ereván.

El perfeccionamiento y definición de la técnica tan personal que le caracteriza llegaría a finales de los años 80, tras pasar por cursos superiores de dirección de la mano de grandes maestros de la animación soviética como Fiodor Khitruk o Yuri Norstein.

La técnica de Petrov se basa en la utilización de pinturas al óleo de secado lento sobre una superficie de cristal mate que permite el paso de luz proyectada desde abajo. Concretamente, los cristales utilizados son dos: uno para los fondos y otro para los personajes.

Si esta técnica requiere una maestría sólo al alcance de unos pocos animadores en todo el mundo, lo que hace definitivamente única la forma de trabajar de Petrov es el hecho de pintar casi exclusivamente utilizando sus dedos, reservando el uso de pinceles sólo para realizar los retoques finales.

La laboriosidad que requiere la realización de un film mediante esta técnica queda de manifiesto si tenemos en cuenta que, a una velocidad estándar de proyectado de 24 fotogramas por segundo, una película de animación de unos 25 minutos requiere la ingente cantidad de 36.000 ilustraciones.

Tras sus tres primeras películas como director: “La vaca” (Корова), “El sueño de un hombre ridículo” (Сон смешного человека, basada en un cuento de Dostoievski) y “La sirena” (Русалка, basada en un relato de Pushkin), que le reportaron ya varios premios y dos nominaciones al óscar; en 1996 se trasladó a Canadá, dónde realizaría la película que lo encumbraría como uno de los grandes de la animación mundial y le haría ganar el óscar al mejor corto de animación: ”El viejo y el mar” (Старик и море, basada en la novela homónima de Ernest Hemingway).

En YouTube hay otros reportajes sobre Petrov, como uno centrado en la realización de la película “La sirena”: Parte 1, Parte 2.

Tras el éxito cosechado con “El viejo y el mar” Petrov regresó a Yaroslavl, donde, rodeado por su equipo y con la ayuda de su hijo, sigue realizando trabajos tan fantásticos como la película “Mi amor”, que puedes ver en este enlace.

Desgraciadamente, el talento no es siempre garantía de proyectos e ingresos; así que, en ocasiones, Aleksandr Petrov puede seguir con su vocación gracias a colaboraciones tan curiosas como un anuncio navideño de Coca-Cola.

El mundo desde los ojos de un cosmonauta

Desde la primera ensaladilla rusa de enlaces, por la cuenta de twitter de Soviet Russia han pasado suficientes enlaces interesantes como para preparar una segunda edición. Pero, mientras llega el momento, hay contenidos que son merecedores de su propia entrada.

Uno de estos casos es la espléndida galería fotográfica que el cosmonauta ruso nº 100, Oleg Kotov, ha ido actualizando mientras estaba en órbita a bordo de la Estación Espacial Internacional (justo regresó a la Tierra el pasado miércoles 2 de Junio). Esta galería de fotos ha sido la segunda ocasión en que un cosmonauta ruso ha compartido sus experiencias estando en órbita, tras el simpático blog que Maxim Suráev actualizó durante sus seis meses en la ISS (que también podéis leer en inglés).

Entre las fotos de Kotov encontramos tanto vistas de la Tierra, como imágenes de la vida a bordo de la ISS. Entre las primeras destacaría varias imágenes de auroras, puestas de sol y zonas como Mallorca o los Emiratos Árabes. Entre las segundas, los paseos espaciales o una de Suráev con “sus amigos”.

La URSS sigue entre nosotros

Casi 20 años después de la caída de la URSS, uno podría pensar que ésta sólo permanece viva en los libros de historia. Así también lo cree la mayoría de las personas que visitan Rusia, engañadas por el velo de modernidad y occidentalización que recubre las únicas ciudades que suelen visitar: Moscú y San Petersburgo.

Pero si dejamos a un lado este trampantojo y nos adentramos en la “Rusia real”, podremos observar como la imaginería y mentalidad soviéticas siguen bien vivas; no sólo entre los comunistas nostálgicos, sino entre la nueva élite y la sociedad en general.

El más claro exponente de todo ello es la propaganda oficialista que aflora por todas partes y que, aún hoy, sigue haciendo rodar cabezas.

Cuando uno llega a por primera vez a Rusia, y especialmente a Moscú, los únicos indicios que le hacen recordar los tiempos de la Unión Soviética son meros detalles estéticos como los mosaicos de sus magníficas estaciones de metro, alguna que otra escultura de Lenin, su mausoleo en la Plaza Roja o los nombres de algunas calles y avenidas. Por lo demás, nada hace pensar que se encuentre en una ciudad muy diferente a otras capitales europeas.

Más allá de estos detalles y de las visitas a museos, uno sólo podrá sentirse fugazmente en la época soviética si se cruza con alguna sede del partido comunista (como la que encabeza este artículo) o alguna de sus menguantes concentraciones; las cuales, salvo en ocasiones puntuales como el 1 de Mayo, suelen dar más lástima que otra cosa. En definitiva, situaciones casi tan simpáticas como el encuentro con los imitadores de personajes históricos que pululan por el centro de Moscú.

Comunistas aparte, también tiene su gracia encontrar otras curiosas herencias de antaño, como los plafones de honor en que se ensalza a pie de calle a los mejores trabajadores de algún departamento de la administración, como este de la administración del distrito central de Omsk:

Pero si uno va más allá de la visita turística típica y se adentra en el país, con el paso del tiempo podrá observar que, si bien las banderas rojas con hoces y martillos hace tiempo que dejaron de ondear y ya no hay retratos de Marx y compañía por doquier, una nueva simbología cortada con el mismo patrón ha substituido silenciosamente a la anterior.

En la que se supone que es la democracia más grande del planeta (por la extensión del país, no por otra cosa) un partido ha dado paso a otro, el rojo al azul, la estrella polar a un oso ártico paliducho y las ropas obreras a los trajes de Armani:

Carteles como el de la foto pueblan las ciudades del país gracias a la incansable labor de los aplicados gobernadores locales, quienes, cuales reyes de taifas puestos a dedo desde Moscú, velan por el correcto adoctrinamiento de la población.

Quizás algún lector bien intencionado, pensará que soy un exagerado y que no es más que un cartel publicitario en plena campaña electoral… pues siento defraudarle, pero no. Los carteles con las efigies de los nuevos líderes y sus consignas están presentes todo el año, sea invierno o verano, estemos en el inicio de la legislatura o en plena campaña electoral. No importa, allí están siempre, impasibles.

Pero la cosa no se queda aquí; cuando uno afina un poco más los sentidos empieza a darse cuenta que los carteles y cartelitos del partido Rusia Unida están por todos lados, desde fachadas de bibliotecas públicas, como la Biblioteca Estatal de Omsk:

A estadios deportivos, como el Arena Omsk:

Pasando por acontecimientos deportivos, autobuses públicos y un largo e inacabable etcétera.

Su presencia es tan masiva que llega al absurdo: en casi todas las librerías del país, tras el mostrador de caja, cuelgan fotos enmarcadas y cartelitos de Putin y Medvédev de todos los tamaños, con precios para todos los bolsillos. Incluso he llegado a ver bustos de mármol.

Servidor no se corta mucho, pero como sacar fotos ante dependientas y seguratas no es muy discreto, os dejo esta foto que saqué en el pasillo de una librería de Moscú:

¿Os podéis imaginar qué pasaría si en España a alguien se le ocurriera vender retratos de Zapatero y José Blanco o banderitas de partidos en las librerías?

Pero esto no es todo, para que veáis lo en serio que se toman los nuevos poderosos esto de la propaganda y el culto a los líderes, deciros que hoy en día un paso en falso con el tema puede dejarte de patitas en la calle.

Esto es lo que le pasó al responsable de mobiliario urbano de Omsk cuando, en vísperas de la visita de Medvédev a la ciudad en Febrero, se le ocurrió sustituir el cartel de esa valla publicitaria que hemos visto antes, por uno nuevo y reluciente en que aparecía el joven presidente en solitario, sin Putin. Cuando el tema trascendió a los medios de comunicación, se armó tal follón que a las pocas horas se había restituido el antiguo cartel (eso sí, algo arrugado) y se había despedido al funcionario por haber tomado semejante iniciativa para agradar al presidente. Como mínimo tuvo la suerte de que ya no se envía a nadie a ningún gulag.

Funciona con WordPress & Tema de Anders Norén